lunes, 21 de mayo de 2012

"CÓLICO NEFRÍTICO" o "BALADA TRISTE DEL INFIERNO EN SANCHINARRO"

Hace ya casi tres años que vengo colgando entradas periódicamente en este blog y esta es la primera vez que romperé con una de esas absurdas normas que todos los seres humanos nos ponemos a veces a nosotros mismos: no hablar de mí mismo, en este caso. No hablar de mí mismo, al menos de forma tan descarada, ésa fue una de las pocas directrices que, de manera inconsciente, me propuse al iniciar el flujo de entradas a este blog. No convertir este blog en uno de esos pervertidos homenajes al yo que abundan en la red, gente que escribe sobre todas y cada una de las cosas que les suceden en su vida cotidiana como en una especie de inventario infinito sin ningún tipo de interés, salvo para sus conocidos. Intentar darle otro enfoque a esas mismas cosas (que a la vez, y en definitiva, son el único sustrato esencial de todos los escritores de este mundo: hasta el puto Tolkien con sus bichos hablaba en realidad de sí mismo), mudarlas a ficción, quitarles mística, esconder los detalles más significativos, dejar un hueco a la imaginación, en resumen, darles dimensión propia. Ese era mi objetivo. Y lo habré conseguido o no pero por ahí iban los tiros. Ahora, todo cambia en esta vida. Mejor dicho, TODO ES FRÁGIL. Esta mañana, mirando los periódicos, una escritora italiana en El País decía que “nadie realmente feliz es escritor”. Y no era la primera vez que lo escuchaba. Recuerdo que el escritor francés Paul Theroux dijo también algo parecido pero con otras palabras, “la felicidad no casa bien con la Literatura” o algo así. Probablemente no sean los únicos que lo hayan dicho. Pero no sé, resulta patético, ¿verdad?, ser infeliz, hablar de tí mismo. No sé, algo ha cambiado. La semana pasada estuve en el infierno. De jueves a domingo, estuve en el infierno. Estuve lo más cerca del horror que he estado en mi vida (del horror físico, se entiende, del otro aún me queda humildad para callar). El horror no es Marlon Brando con la cabeza afeitada ni el Destripador de Alan Moore. El horror son dos palabras que suenan a grupo siniestro de los bajos fondos del D.F.: CÓLICO NEFRÍTICO. Ése es el horror. Dolor físico y la sombra de un catéter amenazante. Tocar fondo. Y volver como si nada. Pues no: algo ha cambiado. CÓLICO NEFRÍTICO ES MI VIETNAM y nada volverá a ser como antes. Hay un antes y un después de CÓLICO NEFRÍTICO. Se reparten grandes cantidades de dolor, dice la canción, pero no hay ciencia que te lo quite, añado yo. Nada es lo mismo y todo es frágil, mis propias normas. Perdono y olvido y gracias a la divina comedia de la vida que “a la mitad del camino me extravió”. ¡Y vendrán más canciones para más días!
...una piedra en el camino, me enseñó que mi destino, era rodar y rodar…(rodar y rodar y rodaaar...)

visado al infierno para cuatro días: "que tres milímetros deparen tanto sufrimiento no es sino una más de las crueles paradojas que nos depara esta vida"

13 comentarios:

Anónimo dijo...

conozco a alguien que pasó por el cólico y es lo peor que le pasó en la vida....le compadezco Sr.Montelongo por si le ha pasado a usted también.

Anónimo dijo...

bonito video. Soledad y desesperación. Muy bien elegida la música

Eduardo Delgado Montelongo dijo...

"Que tres milímetros deparen tanto sufrimiento no es sino una más de las crueles paradojas que nos depara esta vida" (la frase me la mandó ayer un amigo, vía mail, y la verdad es que lo clavó)

Anónimo dijo...

Un buen corto, igual de corto que el "proyectil esférico" que yace en la expositora palma de la mano; corto, el "proyectil esférico", pero bastante cruel. En cuanto al cuadro, parece estar sometido a las "tranquilizadoras" influencias de la Buscapina, y busca su horizontalidad [el cuadro]. Y en lo que refiere a la música fondo, parece una orquesta, a la cual podríamos denominar Litiasis & Group; chirría, vaya que si chirría la dichosa y maléfica orquesta. Hace años padecí una dolorosísima enfermedad: Herpes Zóster en el ojo izquierdo. Estuve aislado en mi habitación durante unas dos semanas, debido a la fotofobia, la única luz provenía de mi entrañable madre y mi siempre recordado padre. En dicha oscuridad, aquejado de enormes dolores, algo aliviados por un aluvión de analgésicos, medité considerablemente. Luego de salir de la habitación, sentado en un sillón para que mi sistema inmunológico se recuperara, y cada media hora, cada hora y cada dos horas, gotas y más gotas; así, desde principios de enero hasta junio. Salía tan sólo para ir al oftalmólogo, evitando la claridad, bien provisto de unas bien indicadas gafas oscuras. Cuando preparaba mis maletas para trasladarme a Barcelona, a la Clínica del doctor Barraquer, un excelente oftalmólogo pudo "sacarme adelante". Podía leer con mi ojo sano, y hasta atreví en escribir, pero, inesperada y más que dolorosamente, surgía un repentino dolor muy parecido al ocasionado por una aguja hipodérmica. Fueron meses solitarios, tan sólo mis padres, y dos amigos que me visitaban casi todos los días, por la tarde, y llamadas telefónicas de contados amigos/as y familiares. Le deseo a quien se haya repuesto de lo ocasionado por el "proyectil esférico", porque es un buen amigo, mucha salud.

Agustín Enrique dijo...

El anterior comentario lo ha efectuado la persona que lo firma con sus dos nombres propios.

La Piedra dijo...

He leído, y no soy masoquista,una serie de injustas críticas relacionadas con mi existencia y relativas a mi pundonor profesional. Debe saber que he nacido mucho antes que los llamados terrestres (¡se han apropiado de mi esencialidad, terrestres!)y que mi presencia es del todo evocadora. ¿Qué hubiera hecho, por ejemplo, Víctor Hugo, que se atrevió a intentar internarse en mí a través de su novela "Viaje al centro de la tierra", René Daumal y su obra "La montaña análoga", Dino Buzzati y su novela, "El desierto de los tártaros" o Thomas Mann con su "La montaña mágica". Pero usted, erre que erre pluscuamperfecto, se queja de mi presencia. Imagino que conocerá usted la fastidiosa Ley la para la Reforma Laboral y sus lamentables consecuencias -tal vez el Partido Paleolítico (PP) no agote su mandato, se van a quedar pétreos-, y yo no deseo quedarme en paro. Yo, minúscula piedra de 3 milímetros, por usted tan aludida, he estado presente, es decir, he inspirado, a numerosos pintores artísticos: René Magritte o Michael Maier. Incluso estoy en el Génesis: "Y esta piedra que he alzado como pilar será la casa de Dios" (28, 16-19), y también en el Nuevo Testamento, y de ahí la grandiosa figura de Pedro. No olvide que he sido apetecida por alquimistas, que sobre mí han caminado los primeros habitantes portando sus hachas de sílex, cabalgado los caballos conducidos por los templarios, luchado el VII de Caballería, esforzado alpinistas y trabajado ingenieros de obras públicas. Me han observado arqueólogos: ¡Carajo, la Piedra de Roseta! ¿Qué daño le he hecho yo, diminuta piedrecilla, cuando le puedo servir, al igual que a las anteriores, de inspiración para un cuento, relato, novela y hasta ensayo? Lamento, muy sinceramente, que de un jueves a un domingo por la noche le haya dado la lata, o sea, la piedra. Usted no me olvidará, seguro que no, y en cierta manera, y usted tampoco es masoquista, me acogerá en su memoria. Ha de conocer los riesgos que corro: me pisa la gente, reptan sobre mí los guerrilleros, explotan obuses, crepitan balas, puedo estar sobre un mostrador y hasta ser confundida por un camarero como si de una mosca se tratara: ¡Fuera aquí, mosca! Al fin y al cabo, soy un mineral sobre el que han trabajado mineros, se han atrevido espeleólogos y sirvo para numerosos estudios académicos. Desde ahora en adelante no seré una simple piedra, en todo caso me constituiré como recurso, coartada, pretexto o inspiración para que las manos depositen su atención en mí (y no es una sinestesia heterodoxa). ¿Qué hago yo, inmóvil como un monje budista, en la palma de su mano, señor Delgado Montelongo? He nacido en la remota edad del tiempo, y continúo soportando a quienes se justifican por la ley de la gravedad (los únicos que no se han quejado son ciertos astronautas).
Para no darle más la piedra, he de decirle que voy a demandar a buena parte de la h(H)umanidad, que, por cierto, de humana no tiene nada; y expondré mis argumentos, y algo importante: usted me hará un gran favor, y con usted los médicos, valer como testigo de mi permanente insomnio. Sospecho, y lo deseo, que el juez decante su veredicto a mi favor, porque bajo sus pies me encuentro yo -a no ser que el piso sea de madera-, en forma de mosaico. En el supuesto caso de ser condenada a cadena perpetua por darle a usted la piedra (que no la lata) me reecontraré con mis hermanas las piedras, a pesar de que los llamados terrestres se olviden de su origen. No me valgo de la brutal sentencia: "¡Polvo eres y en polvo te convertirás!", está tan repetida que podría figurar en el Libro de los Record's. Bueno, me despido, por ahora, pero antes, un consejo: agua, agua y agua, es nuestra enemiga, el agua es mi mayor adversaria, pero cuando usted, si se decide, deberá sentarse sobre una piedra para pescar mediante anzuelo a mis queridos amigos los peces, los cuales me aprecian, porque hasta en el océano existen piedras.
Un pétreo y cordial saludo.

Otra vez: La Piedra (sin camino). dijo...

Usted, señor Delgado Montelongo, no ha estado cerca del horror; en todo caso, ha estado muy cerca de una gran inspiración.

Eduardo Delgado Montelongo dijo...

Querida piedra: si aquello no era el horror se le parecía bastante. Tener un cólico nefrítico es como estar enamorado, lo notas cuando lo sientes y no tienes dudas, sabes que te ha tocado, aunque nunca te lo hayan explicado. Le regalo a quien los quiera esos cuatro días de "inspiración", muchas gracias.
¡Con lo grande que es el mundo y sus alrededores, limítese a existir en cualquier sitio menos en mi interior!

Un pariente de La Piedra. dijo...

Señor Delgado Montelongo, debe de tomar mucha agua, bastante agua, más de una piscina de agua, una playa abundante olas, una porción de océano, y no leer ningún libro, ni tan siquiera un folleto, porque suelo tener la costumbre de entrar en el alfabeto y disfrazarme de letra, y luego entro por los poros. A los pocos días aparezco y doy piedra. Habito de noche y de día, padezco insomnio, y dado que los demás duermen a mi eso me molesta mucho. Por cierto, estoy organizando un viaje, en avión, abundante en piedras; basta con sentarse y leer el periódico, o un libro, y las piedras se cuelan por los poros. Un arenoso saludo.

La hija de La Piedra dijo...

Alo! Soy la hija de La Piedra, y quiero decirle que mi madre no se portó tan mal. Mi mensaje será breve porque estoy haciendo oposiciones a riñones, vesícula, hígado, páncreas y demás, incluso a zapatos, botas y zapatillas deportivas. Esté usted tranquila que mi madre no le guarda rencor, al fin y al cabo puede usted rentabilizar la experiencia..., pues..., escribiendo un cuento, por ejemplo. Un saludo pétreo y feliz fin de semana.

La tataranieta de La Piedra. dijo...

¡Ni hola ni alo! Simplemente lo que le voy a exponer. Soy la tataranieta de la tatarabuela, La Piedra. Sospecho que usted dice conocer el Infierno -así, en mayúscula la I-, como Henry Barbusse. Pues bien, le voy a decir que practico karate, kempo, wing tsun, boxeo tailandés y savate, o sea, que ande con mucho cuidado. Sin embargo, como soy del Athletic de Bilbao, y vamos a enfurruñar al los culés, le diré tan solo que soy amiga de su mejor amigo íntimo, pues le concedo una tregua. Nuestra familia, toda la Tierra, se ha reunido y ha tomado la decisión de no volver a darle la piedra. No le deseo un feliz fin de semana si no un extraordinario fin de semana, para que usted vea que soy generosa.

La Piedra Disidente dijo...

Hola, estimado sufridor, es decir, ex-sufridor. Vengo de vuelta, de la playa, una gran playa situada en el centro de Nueva York. He contemplado surfistas en las aceras, salvadores de la vida tomando cianuro en pequeñas dosis, sacerdotes arrepentidos, misioneros medio comunistas, atletas bebiendo vodka, físico-culturistas sorbiendo cerveza y vino tinto, ex-ministros del todo confianzudos, señoritas sin top-les (¿está bien escrito?), militares del otro mundo poseedores de una gran artillería, o sea, tirachinas (vale que vaya junto) y una enorme infantería: pulgas amaestradas, suelen ser muy partidarias en cuanto a leer "El arte de la guerra", la Biblia en sánscrito, la nueva prosa de la Atlántida, también un buen libro "El desierto de los tártaros", de Dino Buzzati, y además he hecho un alto en el camino -mientras tanto, preparo, están al silencioso fuego, unas lentejas: medio paquete de lentejas, unos ajos, una cebolla, medio pimiento rojo (nada sospechoso), y varias salchichas -como siete- de Frankfurt. Soy la Piedra Discordante, la misma que se introduce en el zapato de la presunta piedra dominante. Como he leído algo de Carl Gustav Jüng y algo de Faulkner, el primero, un gran escritor de ciencia ficción, y el segundo, todo un experto en sofrología, me atrevo a felicitarte porque usted se ha liberado de la dichosa piedra. Evidentemente, puede usted contactar, o se lo presento, con Víctor Ramírez, un buen escritor, para que aleguen hasta las siete de la mañana; no sé quién va a pagar las copas -cerveza, cerveza, cerveza y cerveza-, pero les auguro una gratificante resaca. Si contempláramos el Universo tal cual es, la vida sería muy diferente. Una vida enraizada con el afecto y la mirada directa. Lo primero, el afecto, es vital, y lo segundo, la mirada directa, la petición a Dios: Señor, dame mirada de pez. Es una metáfora que se refiere a la sinceridad y a la nobleza. Sé que usted ha tenido una piedra, de la cual disiento, pero ya no está. ¡Menos mal! Le envío un saludo disidente.

Anónimo dijo...

bueno yo soy la prima de la novia del padre/piedra y te comento. esta familia es muuuuu mala, hacen mucho daño y hasta que no salen con la suya no paran ( salen por partes nobles) salud amigo

tiacorcho