
Entre las páginas de una edición vieja de
La montaña Mágica de Thomas Mann surgió esta mañana, hojeando libros en mi biblioteca, esta nota-mapa-decálogo apresurado escrito hace casi una década, cuando trabajaba de proyeccionista. Refiere algo así como la fundación de una República, una República que luego es abolida, y unas alabanzas absurdas como lema de esa -¿inexistente?- República. Todo ello agazapado en la programación semanal de las películas del cine. En fin. Como esbozo ingenuo y torpe que es revela cierta trayectoria, estúpida, reconfortante, además de un insondable aburrimiento. Al verla he sentido tristeza, por supuesto, pero una tristeza redentora. Le he sacado esta foto y la he dejado donde estaba.
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