miércoles, 16 de junio de 2010

EL ÚLTIMO VIAJE DEL BOLA

A mi tío Ángel todo el mundo lo llama el Bola. Y cuando digo todo el mundo quiero decir Tenerife. Mi tío el Bola salió una vez de Tenerife y ésta es la historia de lo que ocurrió, según él. Al parecer ligó. Era una sueca y estaba en Santa Cruz de paso, en un crucero. La sueca se portó muy bien y durante una semana fueron pareja feliz bajo el sol. Tenían dieciocho años. Luego la sueca marchó, y mi tío el Bola decidió seguirla. Se enroló en un mercante y peló papas durante dos meses hasta que, finalmente, arribó a las heladas costas de Suecia. Sin saber ni una papa de inglés –valga la redundancia- ni por supuesto de sueco, mi tío se las ingenió para llegar a su casa (iba mostrando la nota de su amada con la dirección). Tocó y alguien abrió la puerta: efectivamente, allí estaba ella. Miró al Bola, le gritó cualquier cosa horrible en sueco y cerró de un portazo. Básicamente fue así. Luego mi tío se las ingenió para volver a Tenerife, enrolado en otro mercante pelando cebollas. Y a su llegada se topó con que mi abuelo, su padre, lo daba por perdido. Por perdido quiero decir por muerto, no quería saber nada de él. De modo que el Bola se vio a obligado a pernoctar un tiempo en casa de amigos. Hasta que mi abuelo decidió que volviera. Mi madre presenció la escena. El Bola entró a su casa con el rabo entre las piernas y mi abuelo ni le dirigió la palabra: le sacudió una bofetada fenomenal en el cachete y luego dijo, Vete a tu cuarto. Angelito el Bola obedeció. Tiene cincuenta y cuatro años y, desde entonces, no ha vuelto a salir de Tenerife. La historia de su viaje la cuenta siempre a todo el mundo (y cuando digo a todo el mundo digo Tenerife). Eso sí, no tengo ni la menor idea de por qué lo llaman el Bola.

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