FUMUPA
Fumupa tiene los ojos del color del tabaco. Su iris es negro y pasa desapercibido, en cambio la parte comúnmente blanca del globo ocular es amarillenta y gastada, tiene la tonalidad de un periódico de ayer. Parece como si en lugar de fumar con los dedos fumara con los ojos. Una vez le pregunté por qué tenía lo blanco de los ojos amarillo y contestó diciendo que tenía cuarenta y dos años. Otras veces ha dicho treinta y cinco. En realidad, Fumupa aparenta unos treinta y ocho y, en cualquier caso, no parece que importe demasiado su edad. En su mirada hay algo muy viejo y a mí a veces me da por pensar que ésa es la razón por la cual tiene los ojos del color del tabaco y habla siempre en tercera persona. Fumupa nació en Angola, samba de África, dice. O, Fumupa es del Benfica, refiriéndose a él mismo, por ejemplo. Y resulta inquietante. Su discurso no se ciñe sólo a frases como éstas. Construye narraciones largas y complejas, cómicas o trágicas, y mantiene siempre la tercera persona, como si en aquellos momentos Fumupa estuviera ausente o existiera otro Fumupa que le tirara el humo de un cigarro a los ojos. Es extraño. Y es más listo de lo que parece. Viste como un rapero jubilado sin éxito, chaleco de lentejuelas, tenis Nike. Y es negro como la noche. Bajito y agradable. Suele aparecer sólo, hablar con todos y desaparecer. En cierto sentido, un sentido tan inquietante como él mismo, Fumupa es el rey del Bairro Alto de Lisboa.
Se trata del simple resultado de una combinación grotesca de circunstancias y disposiciones insólitas: en todas las ciudades hay Fumupas, dirán algunos, con toda razón. Entonces, ¿por qué hablar de él? UNO: Deberían haber más tipos como Fumupa en todas las ciudades. Y si este crecimiento se concretizara de algún modo, habría que observar el cambio desde dos perspectivas, una de ellas errada (la posible ascensión de las excepciones al lugar de la mayoría es, en este caso, una posibilidad tentadora pero incongruente con la línea de pensamiento expuesta; no se trata de eso). Así, la perspectiva correcta, hablando ya en términos estadísticos, advertiría que los Fumupas (entendiendo por Fumupa al animal social inadaptado o adaptado sólo a mordiscos de varias realidades alejadas entre sí) amplían la desviación típica del patrón estético y ensanchan el concepto de diversidad violando con descaro y naturalidad las categorías cognitivas que rigen las sociedades, de un modo sutil y hasta placentero, armónico en su continuidad cíclica y su tacto en la ejecución nada agresiva sino más bien al contrario, sinceramente despreocupada, lo cual siempre se agradece. De modo que, de un modo u otro, Fumupa es un buen punto de partida para teorizar. DOS: Fumupa es hijo del colonialismo y de la guerra en su país natal, Angola. Es inmigrante. Llegó a Portugal en barco y desde entonces hasta hoy. Habla portugués y francés y en español sabe decir Linda y Bonita. Es del Benfica y es muy asertivo, no duda en promulgar su benfiquismo ante cien sportinguistas, si es necesario - y si no lo es también -. Además, bebe como si lo fueran a prohibir y en cambio nunca está del todo borracho - ni del todo sobrio -. Los vecinos del Bairro Alto le conocen y le quieren. Sólo algunos le huyen, pero esa huida nunca es por miedo ni por odio, es más bien por pura y llana cobardía. Llega sólo a los bares, habla con la gente y se marcha. Y sus ojos son del color del tabaco, esto ya lo hemos dicho, no parecen unos ojos humanos, o mejor dicho si, si que lo son, son unos ojos humanos, pero demasiado humanos para este mundo. O sea, que Fumupa no es un tipo cualquiera. TRES: Tercera persona. Habla siempre en tercera persona. Tal vez Fumupa no existe para sí mismo. CUATRO: Adoro hablar de fútbol, de palabras y personas, de cómo la noche se llega hasta las ciudades y ese tipo de cosas. No se presentan a menudo excusas tan fenomenales. Fumupa tiene un poco de todo y, además, no hay motivo sustancial para no hablar de él. CINCO: Porque está muy sólo.
Mi última noche en Lisboa.
Bajé al Bairro a tomar unas cervezas, quedé para despedirme de algunos amigos. La velada se alargó más de lo previsto: acabó cuando empezó el sol (de barra en barra, de abrazos a promesas apuntando mails). Hablé con una mulata brasileña. Vi una pelea. Tomé un chupito demencial. En algún momento de la noche estuve a punto de llorar.
Luego le vi.
Fumupa está en el área, dijo, ofreciendo el puño de su mano derecha para hacerlo chocar con el mío y llevárselo al pecho, a modo de saludo. ¿Qué tal hermano?, preguntó. Y no le conté que se trataba de mi última noche en Lisboa. Hablamos de otras cosas. Tienes que sacar a Fumupa en uno de tus escritos, dijo, Fumupa es el hombre de Lisboa, dijo, y se echó a reír.
Luego se fue.
Luego me fui.
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