domingo, 5 de febrero de 2012

DESAPARICIONES

Tengo una amiga sueca que está un poco loca. Ella dice que no está loca pero que hace algunas locuras (y que no es lo mismo y el matiz es importante). Yo le doy la razón, faltaría más. Ahora está dando la vuelta al mundo en velero. Zarpó desde Canarias hace un mes, más o menos. Jamás había montado en un barco, en su vida. Ya digo, está un poco loquilla. Es cariñosa, audaz e inteligente, una buena persona. Antes de zarpar nos vimos en Tenerife. Le enseñé la isla en una ruta express de veinticuatro horas. Fuimos al Teide, a Garachico y a ver el drago milenario, ese tipo de cosas. Por la tarde acabamos en El Bollullo, una de mis playas favoritas. Allí me contó algo extraordinario: un hombre que desaparece, un profesional de la desaparición. Al parecer, mi amiga conoció a ese hombre haciendo autoestop en una gasolinera, cerca de Berlin. El hombre paró, la llevó un tramo, charlaron y le contó su oficio: desaparecer, ausentarse. Era auxiliar de mago, era el tipo que desaparece en los números de magia de escapismo. Se metía en una caja, saludaba, desaparecía. Y al rato volvía a aparecer. El mago le tenía en nómina desde hacía quince años, era imprescindible: era portador del secreto, solo él y el mago sabían el truco. Es decir, que su oficio era, por un lado, desaparecer, y por otro, guardar un secreto. Un oficio prodigioso, pero el tipo no era un místico ni nada parecido, era un jodido tipo gris, con sus gafas, algo calvo y más bien flaco, frisando los cuarenta. Un currante, con su contrato, con sus horarios y sus vacaciones pactadas. Algo poético pero perfectamente regulado. Vaya cosas que me cuentas, chiquilla, le dije a mi amiga, Hay de todo en este mundo, contestó. Y a la mañana siguiente zarpó y no la he vuelto a ver más, desapareció, ella también, a su manera (estará en algún punto del Atlántico, supongo). Un beso gigante, allá donde estés.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues no está mal el trabajo. Ya nos gustaría a más de uno desaparecer de vez en cuando...

Agustín Enrique dijo...

Uno de los sueños de muchas personas, viajar en un pequeño velero, bien en solitario o con tres personas, pongamos por caso. Tal vez sea una idea inspirada en las novelas de aventuras, pero navegar en la inmensa soledad del océano es todo un reto. Aprovecho la oportunidad, para expresarte, amigo Eduardo, mi mayor enhorabuena por tu nueva novela "Cuaderno afortunado", con una alegórica portada obra del joven creador plástico Carlos Alemany. Un fuerte abrazo.