Iba cayendo la noche sobre los puentes y los tejados de
Oporto, caminábamos despacio por las aceras empedradas camino al hostal. Desde
el Parque de Cristal a Trindade, ni un alma bajo la luna, farolas débiles,
algún coche rezagado. Nos orientábamos a duras penas con el google maps. Se nos ocurrió la
siguiente historia:
ESCENA 1. Se abre el telón y se ve
a un gato pequeño. Es un gato pequeño sin ningún atributo sustancial,
simplemente un gato, cada cual que lo imagine como quiera. Va tan
tranquilo por la calle, hasta que de pronto se encuentra con un gato
grande (más grande que él). El gato pequeño lo mira, se asusta, da un grito (un
maullido), huye disparado. Se cierra el telón.
ESCENA 2. Se abre el telón de nuevo
y se ve al gato grande. Va por la calle también muy tranquilo y se encuentra
con un perro (un chucho normal, como otro cualquiera). El gato grande se
asusta, maúlla, huye. Se cierra el telón.
ESCENA 3. Vuelve a abrirse el
telón, se ve al perro. El perro se encuentra con un humano, se asusta, ladra,
escapa corriendo. Se cierra el telón.
ESCENA 4. Se abre el telón, el
humano se cruza con una insignificante cucaracha (con sus antenitas y sus
patas), se asusta, da un chillido afeminado, cambia de acera para evitarla. Se
cierra el telón. FUNDIDO A NEGRO. Créditos.
Barajamos unos cuantos títulos (¿Parábola zoológica?, ¿Miedo?, ¿El último eslabón de la cadena?) pero ninguno resultó satisfactorio. Es un puente de palabras, dije yo, Un puente sin principio ni final, un círculo, dijo ella, Un puente indestructible, rematé con Benedetti. Y seguimos transitándolo, cogidos de la mano...
(antropomorfismo en el story board:
todos los animales emiten indefectiblemente el mismo sonido ante el miedo,
Aahh!).
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