Cuando
pienso en cuadros como La balsa de la medusa o La rendición
de Breda o en esos cientos de retratos de monarcas de la
modernidad y busco un algo similar ahora, algo equivalente, en un
sentido profundo, a nuestra época, a este rabioso presente de la
postmodernidad (del presente perpetuo del después de la muerte del
arte, del autor, del espectador, de Dios, de no quedar nadie vivo ni muerto del todo sino más bien ser todos zombis),
no se me ocurre pensar en Jeff Koons o en obras de fotorreporteros de
guerra (como hizo Houellebecq en su El mapa y el territorio),
eso sería lo más fácil, una traslación exacta, pero no, yo me refiero a una equivalencia simbólica completa,
de medios, de formas, de contexto y de difusión, sobre todo de
difusión, me refiero a ese mismo reflejo artístico del pasado como
si la Historia se doblara en un plano de dos dimensiones y se
llegaran a tocar esas homologías, pues bien, como decía, ese parejo actual a todos aquellos cuadros para mí es la siguiente imagen:
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