Un mago misterioso
que nadie había visto nunca (y que por eso mismo era misterioso)
pero tú sí sabías: era rosa
con cuernos
y tenía barba larguísima
como una anaconda,
veloz como un guepardo,
¡su mascota era un cocodrilo!
misterioso (nadie lo había visto nunca) repetías
y movías las manitos
en la oscuridad
para darle exactitud a tus palabras con un gesto
de apresar
ese fulgor
de lo invisible
de tus premoniciones
de tus indagaciones
de ese ente sublime que estabas creando entre susurros
¿era bueno o era malo?, divagabas
retóricamente, y te contestabas,
que no lo sabías, que nadie había visto nunca a
ese mago misterioso
que anoche
te abrió la puerta
de los sueños
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