Que habitamos un
mundo completamente desquiciado es algo que ya todos sabemos. Menuda sería la
gracia de descubrirlo ahora. Internet, las marcas, la muerte de Dios, el poder
maquillado y las clasificaciones psiquiátricas. Un mundo en crisis a la medida
del desorden, la velocidad y la fragmentación. Un disparate absoluto pero no
menos disparatado que cualquier otro mundo anterior o venidero. En fin, a lo
que iba. Hace un mes, aproximadamente, acabé de escribir una novela cuyo
protagonista se enamoraba de una actriz porno. Mi idea era un amor romántico,
aunque suene contradictorio. La base de mi idea era contraponer una traslación
en el tiempo y así ofrecer una radiografía metafórica de esta época que nos ha
tocado vivir: igual que el amor romántico del siglo XVII era intocable e
inalcanzable, idealizado, intangible (como Dulcinea para el Quijote o Beatrice
para Dante Alighieri), el equivalente actual sería una actriz porno, una diva
inalcanzable también pero desnuda física y moralmente. Los Quijotes de ahora tienen
por Dulcineas a las actrices porno, ésa era mi idea. En fin, una idea rebuscada
y polémica, a mí me gustó. Pero es que hoy he descubierto una mejor, navegando
por internet, una idea más pura. Una idea que recoge todos los inputs de nuestro tiempo y los arroja
con forma de enfermedad no catalogada: la objetofilia (que, a decir verdad, no
es una enfermedad no catalogada sino que no se ha catalogado ni siquiera como
enfermedad, al menos por ahora). Amor a los objetos. Amor físico, mental. Amor,
en definitiva. Tener pasión, intimidad, compromiso con un objeto. Enamorarse de
una tostadora, de un altavoz, de una grúa de la construcción. Gente que se
enamora de una reja o de un puente y le profesa los mismos cuidados que a una pareja cualquiera. Gente que tiene sexo con esos objetos y se acuerda de los
aniversarios. Objetofilia. Un amor loco pero práctico a la vez porque siempre
será correspondido (si discutes con un objeto ya es el colmo del absurdo,
queda uno retratado… o no, porque se ama siempre con desavenencias, ¿no?, digo yo, no sé...). De eso quería hablar hoy, de una idea que se me escapa, que llega
tarde para incluirse en mi novela: la objetofilia, símbolo perfecto del mundo desquiciado que habitamos. Un mundo donde hasta el amor -la única salvación
que nos queda- fluye en rebosantes y estrafalarias mutaciones.
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7 comentarios:
pues sí que hay gente enamorada de sus coches, de la ropa, bolsos, zapatos, ordenadores, artículos en general...lo que pasa el límite de que te guste algo sin más, es cuando empiezas a tener sexo e intimidad con un objeto, debemos empezar a preocuparnos?
Nos tuvimos que haber preocupado cuando empezaron las dependencias. No podemos estar a más de 3 metros de nuestros teléfonos móviles durante todo el día, incluso durmiendo, os acordáis que antes se apagaban por la noche? y todo el día mirando una pantalla, el ordenador en el trabajo, la tele en casa y por el camino el libro electrónico. Los objetos (electrónicos o no) nos dominan.
No creo que se trate de que dependamos en mayor o menor medida de los objetos, que sean más o menos necesarios, si no que te enamores de ellos, A M O R, con todas las letras. Que vayas a un puente y te abraces y sientas algo en tu interior. Alucinante el vídeo de la chica con la atracción de feria. Jaja, no se si reírme o llorar.
Muy bueno. Es lo que a veces pienso de algunas personas.
Se ponen supercontentos con el nuevo celular, el nuevo carro 0 kilometro, el televisor plasma ultimo modelo, el microondas que se acabaron de comprar, etc
No se.. a veces es como que no entiendo esa alegria. Mejor es pasarla bien con amigos, disfrutar de una cerveza bajo la luz de la luna, de enamorarse de alguien, viejar yo conocer lugares, personas, etc,
No se... es lo que yo tambien pienso jaja
Un abraoz
Yo cuando era joven me enamoré de un cojín. Un cojín que tenía encima de la cama, no la almohada, un cojín, cuadrado y mullidito con una funda de dibujos de disney. Este cojín estuvo ahí en mis días de soledad, me consolaba y me secaba las lágrimas, y también estaba en los momentos buenos, cuando me metía a la cama alegre y lo apretaba contra mi pecho. Yo le lavaba y le cuidaba. Me aguantó en los buenos y los malos momentos. Más y mejor que muchas personas.
Tristemente, después de varias mudanzas desapareció. No sé si me dejó él a mi o yo a él...
Sin duda, nuestra sociedad se ha vuelto bastante objetófila, tenemos varios apéndices electrónicos que cuelgan de nuestras extremidades o se esconden en nuestros bolsillos llamando nuestra atención cada 3 minutos, nos alienamos del mundo frente a pantallas de diversos tamaños, nos gastamos dinerales en prendas o complementos que nos ayuden a tener un mejor aspecto para que alguien se fije en nosotros y, además, se enamore si lo considera oportuno, sin embargo, nosotros nos enamoramos de esa imagen, de esa frivolidad, de esos objetos, pero como dice Eduardo, el amor es la única salvación que queda, hay que enamorarse, hay que tener esos sentimientos que nos hacen mejores personas. Enamórense, de un libro, un bolso, un recuerdo, un móvil, o de todo aquello que ese aparato ponga a tu alcance, a veces puede ser un ventana al pasado para un nuevo futuro. En resumen, creo que si aún el mundo se enamora, queda esperanza, sea cual sea el objeto de ese amor.
Hola soy juliana forero usipales me enamore del coche de mis padres que le digo que es niña yo me enanore de muchas personas masculinas mas lo que senti por Luna el carro de mis padres fue amor por que yo la protegia,me preocupaba etc
nose como puede destinguir el sexo de los coches les dire como por el modelo,tamaño etc
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