“…como autor de “El Centro del Gran
Desconocido” reconozco en ella a una novela corta escrita bajo los efectos de
una profunda decepción con el entrono. Y cuando digo entorno me refiero a casi
todo lo que nos rodea, a nivel social, estético y político, hasta urbanístico.
De las páginas de esta novela se desprende una visión nihilista que, al menos
durante el tiempo en que la escribí, decidí explorar a conciencia (aunque suene
casi contradictorio, las palabras nihilista y conciencia juntas, pero así fue).
El tema de la obra es una búsqueda, como el de casi todas las obras, por otro
lado, pero en este caso esta búsqueda deriva en una pérdida, en una corrupción.
Esa es la palabra clave, corrupción. Esta novela es una radiografía de la
corrupción humana, en esencia. Pero una radiografía que pretende ser lírica
también, y narrativa. De hecho, intenta fundar su lirismo sin concesiones
estéticas clásicas, sin metáforas de una sola frase sino más bien con esas microhistorias
que plagan el relato (porque todas esas microhistorias pretenden ser, en
realidad, poemas narrativos a la globalidad de la trama; de hecho, mi idea de
tensión narrativa se basa en eso, en la sucesión exitosa de destellos). En
definitiva, esta novela lo que intenta es sacar oro de la perversión, de la
falta de fines que nos rodean, eso que son las señas de identidad de la
sociedad del espectáculo: la pura representación y la conquista definitiva del
capital sobre todas las parcelas humanas.
La trama en sí misma, de lo que va
el libro, es muy sencillo. Se trata de la historia de un hombre que se vuelve
loco. Un hombre que se enfrasca en sus pesquisas e investigaciones de detective
privado posmoderno y acaba con una etiqueta psiquiátrica y tomando pastillas.
Estudiando por cuestiones
profesionales la historia de la enfermedad mental (concretamente la de los trastornos
psicóticos, las esquizofrenias) me topé con una evidencia que me resultó
brillantísima y que fue quizás el inicio de la gestación de este “Centro del Gran
Desconocido” que hoy tenemos con nosotros: grandes personajes de la Historia
que fueron esquizofrénicos, que fundaban su realidad paralela, una realidad
fuerte y sin fisuras, que escuchaban voces divinas en su cerebro con señales
celestiales y luego se recluían apáticos largas temporadas de tiempo… No diré
nombres para no ofender a nadie. Solo diré uno que es más de ficción que los
otros, por decirlo de alguna manera, El Quijote. El Quijote podría haber sido
perfectamente un esquizofrénico, enfrascado en su mundo de voces, en su
sobredosis de caballerías, con su doncella inventada y sus pausas de duda e
incertidumbre. Pues bien, esta novela lo que intenta es adaptar esas posibilidades
al mundo que nos rodea.
Así, el protagonista de “El Centro
del Gran Desconocido” es un hombre que vive la crisis actual (económica y de
valores, esta especie de letargo interminable donde no acaban de darnos la
puntilla ni tampoco la resurrección). El protagonista, como digo, es un hombre
que no sabe para dónde ir y lo que hace es inventar un lugar al que ir, una
doncella, una Dulcinea a la que buscar. Un hombre que en lugar de novelas de
caballerías ha leído novelas negras y que en lugar de grandes descampados por
descubrir a lomos de un caballo lo que tiene ante sí es la jungla de internet,
que es el far west de nuestros tiempos.
A nivel formal, procuré ser
consecuente con el perfil de lo que quería contar, una historia posmoderna, de
la actualidad. Por eso mezclé géneros y niveles culturales, por eso internet
aparece por todas partes y es la fuente de inspiración de casi todo el sustrato
esencial del libro, empezando por el título, que es una cita de un blog. Hace
nada leí en alguna parte que en español se escribe Literatura como si no se
hubiese inventado la tele. Pues yo añadiría que se escribe como si no se hubiese
inventado internet tampoco. Y no lo digo a nivel formal, que probablemente haya
novelas con mails y sms y demás, sino a nivel de fondo, conceptual, sobre la
velocidad, sobre la fragmentación, sobre la forma de relacionarnos con los
demás y con el entorno… Y fue siguiendo esta línea como elegí el porno como
ambientación paradigmática para esta historia (por eso la Dulcinea del
protagonista es una actriz porno y no una dama romántica con enaguas que no
enseña el rostro, porque vivimos una época desnuda, sin pudor ni moral).
En cualquier caso, el porno en esta
novela no es más que una ambientación, no un fin en sí mismo. No es una novela
sobre el porno sino ambientada en él.
Para acabar, y resumiendo: esta
novela de lo que trata es de un hombre de aquí y de ahora que se vuelve loco,
tan simple como eso. Y ese es “El Centro del Gran Desconocido”, la locura. Y ya
no digo más, porque si no ya nos les dejo nada por leer a ustedes…”
2 comentarios:
Efectivamente, puede que el centro del gran desconocido consista en un doctor en búsqueda de las claves de la llamada locura, que no es más que contemplar la realidad desde otro punto de vista y actuar conforme a nuestros propios designios. En la literatura médica, psiquiátrica, más concretamente, hay numerosísimos casos que atestiguan el porqué hombres y mujeres se afanan en arrojar algo de luz a unas aparentes tienieblas. Y en cuanto a la Cultura, atender a lo citado por el psiquiatra vasco José Guimón, cuando menciona que "Freud insiste en que la Cultura es el resultado de la resolución del conflicto edípico, momento, según él [Freud], que coincide con la creación del Super Yo". Evidentemente, José Guimón saca a colación a un cada vez más discutido Sigmund Freud, ya que el psiquiatra vasco lo establece en su libro "Psicoanálisis y literatura", se trata, por tanto del reduccionismo consustancial al psicoanálisis: todo es Freud, lo demás parece no existir. Pero, ¿Carl Gustav Jüng, Adler, o autores posteriores como Ken Wilber, por ejemplo, qué opinan u opinarían de la cultura? Me prometo estudiar más a Carl G. Jüng, una persona sumamente inteligente, desposeída de la soberbia eurocentrista que poseía Freud, e incluso el indagar acerca de la antropología -Malinowsky, que vivió en Icod de los Vinos, Tenerife- y la filosofía. Tal vez, hipotéticamente, dependamos más de lo aportado por la filosofía y la antropología, que por la psiquiatría, dado que esta queda encerrado en productos farmacéuticos. El porqué, el buen psiquiatra carece de tiempo para escuchar el quejido o el lamento de otro ser humano. Mientras tanto, la Historia nos revela que en la antigua Grecia se consagraba el poder del diálogo, de la palabra. Eduardo, enhorabuena por tu libro. Un abrazo.
Gracias por tu enhorabuena Agustinillo y por tus palabras, prefiero a Freud tu gato que al psicoanalista, mucho menos "sano"; otro abrazo para ti
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