
Cuentan de Leopoldo María Panero, el poeta
maldito, el genio esquizofrénico que pasó gran parte de su vida ingresado en
sanatorios mentales, que allá por los setenta se alistó al Partido Comunista,
convirtiéndose en cabecilla intelectual de la organización en Madrid (escribiendo
panfletos, repartiendo octavillas, preso varias veces en aplicación de la ley
de vagos y maleantes), hasta que una tarde, en una manifestación, perseguido a
la carrera junto a sus compañeros por una caterva de feroces miembros de la Policía Armada, condujo a propósito a los suyos (y a sí mismo) hasta un
callejón sin salida: nadie entendió nada por un instante, ni rojos, ni grises… la
carcajada del loco retumbó como un trueno ensordecedor.
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