domingo, 14 de julio de 2024

DEMENCIA O POSVERDAD, THAT IS THE QUESTION


Que el ruido forma parte consustancial de internet es algo de sobra conocido y estudiado. La ingente cantidad de discursos paralelos que alberga la red de redes ofrece un marco de expansión ideal para el relativismo negacionista, la desinformación autorreferencial, los bulos sostenidos y, en suma, la llamada posverdad. Terraplanismo, reptilianos, fumigación conspiranoide... ¿Existe el Covid, el cambio climático, ocurrió el Holocausto? Todo o nada puede ser verdad, o mentira, llegado el caso. "Nos engañan". ¿Quienes?, ¿por qué?, ¿para qué? No lo sabemos y no nos hace falta saberlo: desconfiar nos empodera. De creerlo todo hemos pasado a no creernos nada. Por supuesto, ese vacío de una versión colectiva firme ha sido utilizado convenientemente por empresas multinacionales, con fines lucrativos, y por gobiernos y administraciones públicas, con fines espurios. Donald Trump es un ejemplo perfecto de ambos casos. Donald Trump es la personificación de la sociedad del espectáculo americana, y su éxito es el éxito de un sistema global de fuegos artificiales que nada le debe a los rigores metodológicos de una verdad compartida: su justificación está en su propio éxito, como una infinita petitio principii. En el maquiavélico reino de los sofistas en el que vivimos, la retórica sostiene lo que le echen. Y de cualquier cosa se puede hacer un discurso. Pues bien, ahora al tipo van y le disparan. En un mitin, en Pensilvania. Donald Trump, arengando a la clase media americana, con su gorra roja, y un francotirador va y le dispara. La oreja se le queda como a Van Gogh, porque al parecer el asesino ha fallado el tiro (y es abatido al acto por las fuerzas de seguridad republicanas). Trump eleva el puño en señal de victoria, la bandera en el fondo, "con él no podrán", y la masa le aplaude. Se multiplican los sondeos a su favor. En efecto, podría pensarse que ha sido una perfomance, un montaje. Podría afirmarse con cierta verosimilitud que no fue un atentado sino un ardid publicitario, que todo estaba preparado. Incluso podría pensarse también que la trama es tan burda y tan simple que no, que tiene que ser real por fuerza, hay muertos, hay sangre, y los guionistas de Trump son mejores que eso. Como en una de esas pelis enrevesadas cuyo argumento se va complicando hasta niveles absurdos, imposibles de seguir, como muñecas matrioskas de un juego que poco a poco va perdiendo la gracia... Se diría que le pasará como a aquel pastor del cuento, que de tanto mentir ya nadie le creerá. Puede ser. Pero dudo mucho que a estas alturas de la película eso importe. Lo que importa es la foto, el relato, el ruido.

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