
Era la primera vez que estaba en Cuenca, hacía calor, quise tomar una cerveza y recordé las palabras de un amigo. En el bar que te digo ponen unas tapas increíbles, aseguraba. Unas tapas que lo flipas, insistió exageradamente, apuntándome la dirección. Así que allí que fui, gracias al mapa. Entré, pedí una caña. Y el camarero dijo, Tómese este gazpacho en lo que le preparo el pincho. Y al rato apareció con un pincho moruno y otro de tortilla. Me puse fino con los pinchos, que eran bastante grandes. Ya no tenía hambre, pero pedí otra caña, más que nada para ver qué traía. Me sirvió la caña, se metió en la cocina y al rato salió con cinco raciones: callos, boquerones, sepia, albóndigas y ensaladilla rusa. Y un chupito que invita la casa, dijo, porque le había caído bien. No me pude acabar la ensaladilla. Pero me picó la curiosidad, así que pedí una tercera caña, para ver qué pasaba. Y la trajo junto a tres cacerolas de cocido, costillas asadas con papas y lentejas. Y me regaló una pata de jamón y una entrada gratis para el Conquense C.F. No resistí la tentación de pedir otra caña. Y con ella me ofreció su coche, me dio lo que tenía suelto en la cartera y salió a un cajero, sacó más y me lo dio. Otra más, otras más, pensaba yo. Y pedí otra más. Entonces me ofreció la mano de su hija y cerró el garito, sacó las escrituras de propiedad y me pidió que las firmara: me regalaba su bar. Firmé. Y pedí otra caña. Ahora es al revés, me explicó, te toca a ti ponerlas. Una caña, por favor, dijo. Y así estuvimos, todo el santo fin de semana. Está cerca del casco antiguo, frente a las casas colgadas. Se los recomiendo.
2 comentarios:
jajajajaa, qué grande, tío!!!! Para un corto!
Genial.Aunque propongo que se nos proporcione un detalle crucial. Dirección exacta y nombre de ese paraiso terrenal que tantas veces imaginé en mis sueños etílicos. Un saludo Edu.
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