TANTOAMORYNOPODERNADACONTRALAMUERTE
sábado, 7 de septiembre de 2024
infinito Borges
martes, 30 de julio de 2024
Rodrigo García, Aproximación a la idea de desconfianza
Una vez me marché de un hotel sin gastar todos los frasquitos de gel y de champú que ponen en los hoteles (lo que se dice exprimir hasta la última gota de cada frasquito y otras cosas que te ponen en los hoteles para ser exprimidos, ya que al final te los cobran) y lloré durante semanas.
La tristeza aparecía no sin motivo. Aparecía por NO HABER LLEGADO HASTA EL FINAL de cada cosa que me he cruzado.
Da igual si el cuerpo de un amante, un libro, un paseo en el monte por la noche sin ayuda de las estrellas o los putos frasquitos.
Hay que agotar lo percibido y en esa tarea agotarte y no tener miedo de palmar con las manos en la masa, cardíaco: morir con las manos sucias y cuanto más irreconocibles los jugos, la materia, mejor, por asquerosos y excitantes.
domingo, 14 de julio de 2024
DEMENCIA O POSVERDAD, THAT IS THE QUESTION
Que el ruido forma parte consustancial de internet es algo de sobra conocido y estudiado. La ingente cantidad de discursos paralelos que alberga la red de redes ofrece un marco de expansión ideal para el relativismo negacionista, la desinformación autorreferencial, los bulos sostenidos y, en suma, la llamada posverdad. Terraplanismo, reptilianos, fumigación conspiranoide... ¿Existe el Covid, el cambio climático, ocurrió el Holocausto? Todo o nada puede ser verdad, o mentira, llegado el caso. "Nos engañan". ¿Quienes?, ¿por qué?, ¿para qué? No lo sabemos y no nos hace falta saberlo: desconfiar nos empodera. De creerlo todo hemos pasado a no creernos nada. Por supuesto, ese vacío de una versión colectiva firme ha sido utilizado convenientemente por empresas multinacionales, con fines lucrativos, y por gobiernos y administraciones públicas, con fines espurios. Donald Trump es un ejemplo perfecto de ambos casos. Donald Trump es la personificación de la sociedad del espectáculo americana, y su éxito es el éxito de un sistema global de fuegos artificiales que nada le debe a los rigores metodológicos de una verdad compartida: su justificación está en su propio éxito, como una infinita petitio principii. En el maquiavélico reino de los sofistas en el que vivimos, la retórica sostiene lo que le echen. Y de cualquier cosa se puede hacer un discurso. Pues bien, ahora al tipo van y le disparan. En un mitin, en Pensilvania. Donald Trump, arengando a la clase media americana, con su gorra roja, y un francotirador va y le dispara. La oreja se le queda como a Van Gogh, porque al parecer el asesino ha fallado el tiro (y es abatido al acto por las fuerzas de seguridad republicanas). Trump eleva el puño en señal de victoria, la bandera en el fondo, "con él no podrán", y la masa le aplaude. Se multiplican los sondeos a su favor. En efecto, podría pensarse que ha sido una perfomance, un montaje. Podría afirmarse con cierta verosimilitud que no fue un atentado sino un ardid publicitario, que todo estaba preparado. Incluso podría pensarse también que la trama es tan burda y tan simple que no, que tiene que ser real por fuerza, hay muertos, hay sangre, y los guionistas de Trump son mejores que eso. Como en una de esas pelis enrevesadas cuyo argumento se va complicando hasta niveles absurdos, imposibles de seguir, como muñecas matrioskas de un juego que poco a poco va perdiendo la gracia... Se diría que le pasará como a aquel pastor del cuento, que de tanto mentir ya nadie le creerá. Puede ser. Pero dudo mucho que a estas alturas de la película eso importe. Lo que importa es la foto, el relato, el ruido.
domingo, 29 de octubre de 2023
hace 4.000 años, en Mesopotamia
"¡Oh Gilgamesh! ¿Por qué vagas de un lado a otro?
No alcanzarás la vida que persigues.
Cuando los dioses crearon a los hombres
decretaron que estaban destinados a morir,
y han conservado la inmortalidad en sus manos.
En cuanto a ti, oh Gilgamesh, llénate la panza;
parrandea día y noche;
que cada noche sea una fiesta para ti;
entrégate al placer día y noche;
ponte vestiduras bordadas,
lávate la cabeza y báñate,
regocíjate contemplando a tu hijito que se agarra a ti.
alégrate cuando tu esposa te abrace..."
jueves, 7 de septiembre de 2023
Roberto Juarroz, Poesía Vertical
Un misterio al que haya que acostumbrarse
como un ojo a una nueva forma de la luz.
sábado, 2 de septiembre de 2023
viernes, 4 de agosto de 2023
martes, 11 de abril de 2023
"Como testimonio personal de una experiencia deslumbrante, la paternidad, se alza este poemario, Canto para Aday, mezcla de himno, conjuro y arenga enamorada, que recorre por diferentes caminos esa suerte de proceso de presentación de la realidad que supone el ser padre: y el poeta nos ofrece, así, un prolijo inventario de maravillas (agrupadas en los cuatro elementos clásicos de la naturaleza), además de ciertos hitos fascinantes a modo de brújula compartida... Un poemario que trasciende su germen y se erige, finalmente, como una exhortación emocionante y desacomplejada de la gran fiesta de la vida."
miércoles, 16 de noviembre de 2022
ENTES SUBLIMES
Un mago misterioso
que nadie había visto nunca (y que por eso mismo era misterioso)
pero tú sí sabías: era rosa
con cuernos
y tenía barba larguísima
como una anaconda,
veloz como un guepardo,
¡su mascota era un cocodrilo!
misterioso (nadie lo había visto nunca) repetías
y movías las manitos
en la oscuridad
para darle exactitud a tus palabras con un gesto
de apresar
ese fulgor
de lo invisible
de tus premoniciones
de tus indagaciones
de ese ente sublime que estabas creando entre susurros
¿era bueno o era malo?, divagabas
retóricamente, y te contestabas,
que no lo sabías, que nadie había visto nunca a
ese mago misterioso
que anoche
te abrió la puerta
de los sueños
domingo, 16 de octubre de 2022
jueves, 6 de octubre de 2022
Justin E. H. Smith
¿Qué tienen de irracional los sueños, aparte de no ser la realidad, aparte de ser, en efecto, el producto de una alucinación? Desde una concepción influyente, la geometría tampoco es la realidad, en la medida en que sus objetos -triángulos, círculos, etc.- no son objetos físicos del mundo sino entidades ideales. La geometría, entonces, trata de entidades que están "en la cabeza" no menos que los sueños. Sin embargo, la geometría a menudo se considera la expresión más pura y perfecta de la racionalidad, mientras que los sueños son un terreno abierto al desenfreno de la sinrazón. De aquí se deduce que la racionalidad, sea lo que fuere, no puede girar en torno a una correspondencia correcta o precisa con el mundo "real".
miércoles, 18 de mayo de 2022
HOMENAJE A JOSÉ CARLOS CATAÑO
Shalom, bona tarda, buenas tardes a todos/as,
Redacto estas líneas para el homenaje a mi buen amigo
José Carlos Cataño aún en la perplejidad de su marcha, aunque hayan
transcurridos tres años. Empiezo por el final, si es que eso del final existe,
porque aún sigo sin aceptar ese arcano indescifrable de su despedida repentina.
Continúo como a la espera de volver a quedar con él y ajustar todo lo que está
ocurriendo con él mismo... Pero bueno, tampoco me voy a extender mucho más en
esta línea, tan solo quería contextualizar un poco mi punto de vista hoy, aquí,
cuando escribo estas líneas y cuando las leo, un punto de vista emocional, y
emocionado.
Pero volvamos a eso que llaman el principio.
La primera vez que conocí José Carlos fue en la plaza
de Lesseps (él estaba ahí puntual, con su reloj de bolsillo, y cargando
innumerables periódicos del día y dos o tres libros de los Encantes). Me había
dado su contacto un amigo común escritor, de Tenerife, dándome todas las
mejores referencias literarias de un autor consagrado como él. Yo tenía
apenas 19 añitos. Él estaba terminando Los que cruzan el mar. En fin,
aquello fue un poco amor a primera vista, al menos por mi parte, aquella
estampa suya impecable de diplomático, aquella estela mística que le perseguía
como una sombra… pero sobre todo aquella sencillez y aquel afecto tan
reconocible por mí en un lugar tan lejano para nosotros de la isla que nos
había visto nacer… Porque José Carlos, en definitiva, y bajo todo el porte de
“poeta disfrazado de hombre”, como alguien le llamó alguna vez, era una persona
profundamente sensible y amorosa con la gente que apreciaba. Y yo creo que tuve
la fortuna de estar entre ellos.
Fueron casi veinte años de amistad ininterrumpida.
Conmigo fue generosísimo, extraordinariamente
afectuoso y empático, una especie de maestro o de padre putativo. Nuestra
diferencia de edad forjó un tipo de amistad muy particular. Me
ayudó en lo personal, escuchándome sin juzgar, tan solo estando ahí,
acompañándome en los vericuetos sentimentales y vocacionales de mi paso a la
adultez, y a nivel literario, también, a través de lecturas, de guías, de
pequeños consejos (muy pequeños, porque, insisto, no le gustaba nada
adoctrinar, era más bien por modelaje que iba yo tomando notas), fue
extremadamente benévolo con mis primeros pinitos literarios, rescatando lo
positivo para animarme a seguir… Y el caso es que en la práctica las fronteras
entre una cosa y la otra, o sea entre lo vital y lo literario, eran casi inexistentes. Era todo muy “escrivivido”.
Admiré profundamente su figura de guanche
desterrado, alma judía y lengua de Rimbaud, fue como un padre para mí en
Barcelona.
Y también una especie de anhelado espejo de futuro.
No tengo más que amor y devoción para él.
Pero volvamos, una vez más, a ceñirnos a la dimensión
que me coloca hoy en este lugar, que no es otra que la identidad isleña, o
canaria, si se quiere, a propósito de la “Identidad y Estrangeridad” que reza
el título de esta mesa redonda.
Y me gustaría citar un pasaje de su obra, para
empezar:
La
noticia de tercera en un diario de la Península, aquí ocupa la primera plana
del periódico, y viceversa. Las mil y una cretineces insulares, la demencial
inquina entre las Islas, propician la apariencia de remanso, pero de pronto,
sin lógica ninguna, vierte el vómito el descerebrado de turno. Éste es el tipo
de prensa que alimenta las “opiniones” de los de aquí, en un reino de
mentalidad frailesca que se revela incluso en los partidarios del laicismo y
del progreso. Observen sus gestos ufanos, sus retacas manecillas, sus pechos
henchidos. Observen sus vestidos, las damas de mirar severo, las estúpidas
osamentas. Y las comparsas de militares, médicos, abogados... ¡Cómo no va a ser
ésta la tierra prometida de los surrealistas!
(Los que cruzan el mar).
Bueno, pues ese es el mundillo del que vinimos José Carlos y yo. Vinimos de él pero lo trajimos con nosotros, evidentemente. De
hecho, su mundillo se llevaba casi tres décadas con el mío, y diferían además
en unos siete kilómetros, que son los que separan a Santa Cruz de Laguna, pero
bueno, esas diferencias, que en aquellos lares son antagonismos shakesperianos,
a nosotros nos sazonaba el conjunto y nos daba para mil y una bromas y complicidades.
O sea, que veníamos del mismo mundillo, en definitiva. Y lo compartimos aquí,
entre nosotros. Lo tratamos incesantemente, unas veces con severidad
despechada, como en este fragmento que les leí antes, otras veces con una
nostalgia desmedida y absolutamente irracional, como a veces también pertoca, y
la mayoría de las veces como el lado hundido del iceberg, como refiriéndonos a un
fantasma común: porque eso fue lo que compartimos José Carlos y yo al respecto,
fantasmas.
Otra cita más suya, como un aforismo condensatorio:
Mi
madre, queriendo desvanecer mis ilusiones, frente a la dulcería La Princesa, en
la calle de la Carrera: “Los artistas nunca están satisfechos”.
(Los que cruzan el mar).
En fin. Pasábamos horas hablando de personas de allá,
poetas, escritores, ensayistas, editores, artistas, borrachos, políticos, y
todos ellos imbuidos en una misma trama común, una especie de hermandad
literaria isleña (hermandad caníbal, por supuesto) con algunos miembros bajo la
etiqueta del exilio (entre los cuales nos encontrábamos él y yo), sospechosos
de expulsión, por así decirlo, malditos, en cierta manera, lo cual no dejaba de
tener su encanto, y en el seno de esa hermandad, como decía, las mil y una
disputas y tramas enlazadas en forma de antologías, favores o descréditos
editoriales, invitaciones o vetos a Congresos o Lecturas, espectáculos etílicos
más o menos poéticos o patéticos, afinidades de estilo, evaluaciones sintéticas
y grandilocuentes o despechadas de las obras de los demás: fantasmas comunes,
insisto, una suerte de hermandad isleño poética de la que José Carlos de alguna
manera me ungió como miembro en aquellos años (bajo la autoridad del derecho
del tiempo y la desmesura vocacional suya, como miembro de honor), y me gusta
pensar que aún pertenecemos a ella.
Dicho esto, evidentemente, no nos referíamos solo a
personas reales cuando evocábamos aquel universo conjunto, también hablábamos
de personajes históricos, leyendas guanches, curiosidades identitarias,
complejos atávicos, muchos complejos atávicos de la canariedad que anidaban
también en nosotros, palabras y dejes de allí, filología canaria, si se
quiere, genero al borde mismo del sentido… y todo este batiburrillo confrontado
al entorno que nos envolvía, éste, Cataluña, con sus visicitudes también
históricas, lingüísticas, políticas, etc.
José Carlos y yo compartimos una misma distancia desde
la que ver una cierta realidad.
Decía
Yeats que él no era nacionalista sino en Irlanda, y por motivos superficiales.
Para que se me entienda sobre el asunto, diré que las palabras de Yeats en mí
deberían leerse al contrario.
(Los que
cruzan el mar).
En esas coordenadas nos movimos.
Y todo esto, que no pasan de ser unas apreciaciones de
corte personal, emocional, como ya dije, podría extenderse con más rigor a su
obra. No ha habido ningún crítico ni ningún lector que no se haya acercado a la
obra de José Carlos y no haya constatado la presencia de ese influjo que él
sabía rescatar y matizar con el brillo inigualable de su talento. Revestida de
mil y una formas, sublimada en otras islas más o menos lejanas y exóticas,
obviada, explicitada, enterrada, redimida, en fin, la isla, nuestra isla,
siempre estuvo ahí, como un cuño incandescente.
Dicho todo esto, hay que decir también: yo a veces le
noté hastiado del tema o simplemente más interesado en otros. Sobre todo en los
últimos años, como si hubiera ya zanjado todo lo que tenía que zanjar. Otra
cita:
La
patria no se encuentra en la infancia. La patria no se encuentra en el
lenguaje. La patria no se encuentra en los libros que uno ha ido reconquistando.
La patria no se encuentra. Está bien que nunca se encuentre la patria.
(La
próxima vez)
La última vez que nos vimos, que como digo, por algún
grotesco mecanismo de defensa mío no acabo de comprender que sea la última, nos
vimos en el Turó Park, y le llevé a mi primer hijo, recién nacido, para que lo
conociera. Aday, de nombre guanche, catalán y judío. José Carlos y yo
suspiramos felices aquel día, fascinados ante la inspiración del destino. Y
hablamos de lo isleño, para variar, como una magia virtuosa o una condena
aciaga o todo junto pero que se cortaba ya, en cualquier caso, apreciamos que
se extinguía en ese eslabón que éramos nosotros, que aparentemente no iba a
continuar a través nuestra o al menos que no lo iría a hacer con tanta
visceralidad… entre el alivio y la morriña. Y recuerdo que él me dijo que
estaba en paz.
Que si fuera por él lo vendería todo ese mismo día y
se iría a vivir a la Punta de Hidalgo… pero que no lo iba a hacer.
Y que era mejor así.
Que estaba bien todo como estaba.
Así que nada, seguimos su trazo, como siempre,
Qué
grande la Isla que parece haber existido sólo en sueños...
(Los que cruzan el mar).
domingo, 7 de noviembre de 2021
Hola,
buenas tardes a todos/as.
En el
momento de escribir estas líneas para presentar Idealistas (la casta del
orgasmo), en 2021, casualmente, me sobrevienen una serie de circunstancias
personales en cierta manera parecidas a las que tuvieron lugar en el momento
del inicio de su escritura, hace cuatro o cinco años, aproximadamente. Una
muerte y un nacimiento. Muy cerca de mí. Esas fueron las claves que abrieron
las puertas de esta historia, en su momento, y estas son las circunstancias similares
que ahora también me toca atravesar. Una muerte y un nacimiento, muy cerca de
mí. Dos caras de una misma moneda, se puede decir, simplificando un poco frívolamente,
pero son dos sensaciones completamente opuestas de experimentar cuando las vives
en tu entorno. Mi intención, en cualquier caso, no es llevar estas líneas por esos
derroteros tan ambiciosos y delicados sino explicar un poco sobre mi novela, y
aquí es donde converge esa génesis contextual de la que les hablo y la temática
de Idealistas (la casta del orgasmo): la familia. Porque este libro que
les quiero presentar hoy es, en esencia, una historia de familia, una saga
familiar.
Hace
poco me hicieron escribir en una sola línea la sinopsis de mi libro, por una
cosa de publicidad de la editorial, y escribí lo siguiente:
“Una
epopeya familiar sobre la fuerza del amor panteísta”.
Me
explico.
Esta
novela mía es la historia de tres generaciones de una misma familia. Tres
generaciones que tienen tres realidades bien distintas. Y esas serán las tres
partes en las que se divide la obra.
¿De
dónde nace esta estructura, este interés intergeneracional?
Cualquiera
lo habrá vivido alguna vez: hablar con sus abuelos y darse cuenta de lo
absolutamente distinta que fue su realidad. Yo recuerdo, por ejemplo, de
intentar hacerle entender a mi abuelo lo que era internet. Era imposible. Yo
tampoco sabía explicarlo muy bien, la verdad, y de hecho al intentarlo me daba
cuenta de que en el fondo no “conocía” internet a un nivel profundo,
ontológico, si se quiere, un poco pedantemente. Mi abuelo, de todos modos, me
miraba más intrigado en por qué demonios yo necesitaba explicarle aquello de
internet que por lo que era en sí internet. En fin.
Con mi
hijo también me pasa. Mi hijo ahora me pregunta por el meteorito que extinguió
a los dinosaurios. Por su origen. Y yo me retrotraigo hasta el Big Bang y las
causas últimas de la física newtoniana (si es que existen) y mi hijo me escucha
y con sus tres añitos parece que comprende mejor el límite del conocimiento
humano y de las cosas en general que yo mismo.
En
definitiva, sus realidades, la de mi abuelo, su lugar de residencia, su
realidad histórica, económica, social, personal, fue completamente distinta a
la que probablemente es y será la de mi hijo, por poner un ejemplo. Pues bien, esa
idea de una misma línea genética que fluye a través del tiempo y de las
circunstancias es el núcleo que a mí me intrigaba cuando se empezó a gestar
este libro, era lo que me daba la pujanza para plantearme esta novela: esa
conexión intergeneracional.
Y pensaba:
¿qué es lo que nos une?
¿La
sangre solo?, no. No me bastaba como respuesta la línea del ADN, la genética
compartida. Una familia es algo más que esa base biológica: es algo esencialmente
intencional. La familia es algo abierto, o puede serlo, al menos, y a mí me
gusta pensarlo así.
Entonces,
¿qué es lo que nos une, decíamos, a los miembros de las distintas generaciones
de una misma familia?
Pues
esa es la pregunta fundamental del libro que nos reúne aquí esta tarde.
Como
dicen los políticos, “me alegra que me hayan hecho esta pregunta”.
Pues bien,
indagando e indagando a mí solo se me ocurría (y creo que aún no tengo una
solución mejor) que el amor.
EL
AMOR.
Suena
cursi, pero aquí hay que hacer un poco de abstracción y no aferrarse a alguna
acepción concreta del amor.
Hay mil
maneras de nombrar a ese pegamento de nuestra especie que llamamos amor, dependiendo
del idioma con el que nos expresemos. Y la forma concreta de su configuración y
de su despliegue, ya sea en una obra de arte, en la consulta de un
psicoanalista o en un trabajo científico... Bueno pues la configuración y el
despliegue aquí, en este caso, es el de la poesía. Con toda la amplitud que a
su vez eso conlleva.
Obviamente
es una opción estética, y también una manera de entender la existencia misma, y
de intentar practicarla, claro.
El amor,
entendido así, es el fuego de la antorcha que nos pasamos los miembros de las
distintas generaciones de una familia.
Un amor
amplio, expansivo, que lo abarca a todos, a todas y a todo. Un amor poético, en
definitiva, que mana sin cesar hacia ningún lugar concreto sino más bien hacia
todos los lugares, una fuente incesante de energía positiva.
Esa
quimera.
Esa utopía.
Ese es
el leit motiv de esta novela.
La eterna
fuerza del bien.
El
orgasmo, en esta línea, no es más que un recurso literario, es un reclamo
material de toda esa fuerza del bien de la que hablamos. Es un símbolo
provocador que quiere retar un poco al lector para hacerle volar.
A
partir de aquí, de todo esto que estoy explicando, se entiende mi novela: porque
su intención es la de expresar esa unión entre tres generaciones tan dispares.
Y a mí
me gustaría compartir con ustedes, para empezar a hacer hablar ya un poco al
libro, un fragmento de Idealistas (la casta del orgasmo), sobre esto que
estamos diciendo:
(Página
36).
Vale, menos
poesía ahora, más narrativa.
Como sabrán,
una manera de desglosar a las creaciones artísticas narrativas en general, ya
sean películas, cómics, series, libros o lo que sea, es según los elementos que
la componen: su argumento, sus personajes, su atmósfera... Pues bien, todo lo
que les he dicho hasta ahora es relativo a la temática y a la atmósfera, que,
dicho sea de paso, es para mí una de las cosas más imperecederas de una obra de
arte, lo más trascendente, lo que te hace vuelvas a querer repetirla, a
pensarla, a vivirla incluso… Sea como sea, hablemos ahora un poco de la
historia y de los personajes. Más allá de lo conceptual, qué es lo que cuenta
esta novela, qué personajes hay, dónde transcurre, qué es lo que pasa…
A ver,
la novela está nítidamente estructurada en tres partes que son, como ya hemos
dicho, tan distintas como las generaciones que las protagonizan. Son casi tres
novelas en una, pero conectadas, claro.
Tres
partes que son pasado, presente y futuro de esa gran familia de los Idealistas.
La
primera parte es la del fundador. Un viejo patriarca que se dedica a contarnos
sus vidas pasadas desde una terraza con vistas al mar de su adorada isla (isla
cuyo nombre no se llega a mencionar en ningún momento pero que tampoco es
necesario ser un detective perspicaz para situar como Tenerife). Esas vidas
pasadas del patriarca son existencias suyas en el pasado, fabulaciones
históricas que este señor mayor nos cuenta, con todo lujo de detalles, y que
poco a poco van esbozando la esencia de esa isla y la suya propia:
Un
aborigen guanche, espectador impotente del exterminio de su pueblo a manos de
los conquistadores castellanos. Esa por ejemplo es la primera vida que evoca.
Un
pirata sanguinario, conocido en las crónicas por su proverbial fealdad, por ser
feísimo (Cabeza de Perro era su sobrenombre, personaje histórico perfectamente
documentado, algunos de ustedes lo conocerán). Esa es otra vida.
Un boxeador,
Sombrita, otro personaje histórico real, que llegó a campeón de Europa, y que se
dice que no pegaba nada, que sus golpes eran débiles y no tenían fuerza, pero
que su esquiva invencible, que no le alcanzaban, no le tocaban, como un mago.
Una
tortuga, también. Una vida pasada como animal, como una tortuga de tierra. Concretamente,
la tortuga de un General del siglo XVIII, sobradamente conocido por los
tinerfeños, el General Gutiérrez, que armó la defensa de Santa Cruz contra el
ataque de Nelson.
Y un
poeta, cómo no. El patriarca nos cuenta su otra vida como poeta. Un poeta
realvisceralista, de los de botella en mano, escritura en servilletas,
bolsillos vacíos de dinero, un poeta maldito de los de siempre…
Todas
estas vidas pasadas que nos cuenta el patriarca, que transcurren efectivamente
en su isla, y se intercalan en el tiempo, pretenden, por supuesto, tener un
carácter universal. O sea, que cualquiera creo que puede comprenderlas,
disfrutarlas, empatizar con ellas y vislumbrarlas, en definitiva, participar de
ellas sin conocer un ápice de Tenerife. Al menos así he tratado yo de escribirlas.
Y estas
vidas pasadas del patriarca también son como muñecas matrioskas: son historias
dentro de una gran historia de es la suya propia, la del patriarca, que, a su
vez, es la gran historia de la familia que él funda, la de los Idealistas.
El
relevo de la novela, en la segunda parte, lo toma su nieto, el nieto de
patriarca.
La
realidad en este mundo ya ha cambiado completamente.
Y la
narración también.
Del
pasado nos vamos al presente, a la deslavazada y caótica postmodernidad. A las
circunstancias históricas de la generación de la crisis financiera, del
estancamiento (tal vez colapso) del estado de bienestar, la de las dudas vitales
y las quejas de los indignados del primer mundo, la del horizonte expoliado y los
progresos vertiginosos a nivel social que a veces nos dejan retratados
intentando seguirlos... La del envejecimiento demográfico, también. La del
nomadismo hedónico, no forzado, como era antes. La del turismo exacerbado, las Lonely
Planets, los vuelos baratos de RyanAir... La cultura de la
velocidad. Y una realidad concreta de esta generación: las habitaciones de los
pisos de alquiler. Ese puente nuevo entre el vivir con los padres y el vivir en
pareja o solo, un puente que muchos se han saltado, por supuesto, y que otros
han tomado hasta el fin de sus días, también, pero que ha tenido un boom
insólito en estos tiempos, sobre todo en ciudades grandes con grandes
especulaciones inmobiliarias donde también se ha concentrado más la oferta de
trabajo.
Pues
bien, en estos pisos de alquiler es en donde se irán desplegando, en esta
segunda parte de la novela, una cantidad ingente de personajes estrambóticos,
de todo tipo, de toda naturaleza, con todo tipo de problemas, de orígenes, de
intereses, de transformaciones, de destinos, en suma.
Madrid,
Barcelona, Lisboa, Londres, esos son los escenarios de estas aventuras y
desventuras vertiginosas llenas de la desmesura de los años fuertes de sus
protagonistas.
Es
aquí, en esta parte de la novela, donde la historia se expande en horizontal. Es la parte más extensa, más larga, de hecho.
Como
esos solos de los jazzistas en que divagan en libertad hasta lugares ignotos
para luego regresar a la melodía en la parte final de la pieza, así van pasando
la multitud de historias que componen esta parte de la novela.
Es la
parte más ambiciosa y la más dispersa para el lector, supongo, pero creo que
puede ser también la más entretenida, si se quiere, porque no paran de suceder
cosas, cosas significativas y pretendidamente sugerentes.
La
familia de los Idealistas lo que hace aquí, como digo, es expandirse de manera
voluntaria, no genética, de manera inabarcable casi (aunque cada historia está
hilvanada a conciencia, los lectores minuciosos quedarán satisfechos porque
cada personaje tiene su trayecto cuidado, aunque también los que quieran hacer
una lectura más evocativa y abierta, atmosférica, la pueden hacer sin errar al
menos en mis objetivos como autor): sea como sea, todos estos personajes con
sus historias que van deambulando por esos pisos de alquiler irán conformando
esa estirpe, esa casta, ese modo de hacer, de pensar, de existir… de
relacionarse.
Luego viene
ya la tercera y última parte de la novela, el regreso del solo de jazz a la
melodía.
Esta
tercera y última parte supone, en gran medida, la clave para interpretar toda
la obra.
Es el
tiempo del futuro.
Es el
futuro en boca de la bisnieta del patriarca (la hija del nieto), que no nos
habla desde cualquier sitio, además, sino que lo hace desde el mismísimo útero
de su madre, antes de nacer.
Nos
habla una criatura aún en la barriga de su madre.
Es la
voz de lo que está en potencia, del porvenir.
Y nos
da, como digo, las claves definitivas para poder cerrar esta historia: el
destino de sus protagonistas, los últimos giros narrativos, convergencias de
los personajes, entrecruzamientos argumentales, en fin, el desenlace. Pero
también, y sobre todo: el verdadero sino de esta novela, la vida.
Cito a
Edmund Husserl, en sus “Investigaciones Lógicas”: “nada tiene valor y
significado absoluto más que la vida; todo el resto, el pensamiento, la poesía,
el saber, solo valen en la medida en que de algún modo se refieran a la vida,
procedan de ella y tengan la intención de retornar a ella”.
Pues
eso.
Y esto
es un poco lo que yo tenía preparado para compartir con ustedes hoy. Una
especie de introducción, una divagación quizás demasiado sesuda y teórica (cosa
que tampoco es el tono de la novela, tranquilos: ya verán que les resulta
bastante más animada y llevadera que este rollo que les he metido hoy, espero).
En
cualquier caso, este libro a partir de ahora ya les pertenece a ustedes, a los
lectores.
Y si
está vivo, como me gusta pensar que lo está, se abrirá paso de manera autónoma.
Y cada cual lo vivirá a su manera. De manera distinta a la que yo he especulado
hoy aquí. Tal vez.
Es lo
que tiene la vida, que se abre paso de forma heroica e impredecible en su lucha
eterna contra la muerte.
Y es
así como tiene que ser.
De modo
que me callo ya, y que hablen los Idealistas.
Gracias a todos/as por estar ahí.
domingo, 17 de octubre de 2021
LA LEY DEL TIEMPO
7:40h S/C de Tenerife
Suena el despertador. Libreta,
muda de calzoncillos y móvil para sacar fotos. Me visto rápido, hago café.
Desayuno escribiendo estas líneas.
8h S/C de Tenerife – Los
Cristianos
Amanece sobre las lomas
que señalan al Teide, la luz anaranjada en los altos de Güímar. Y el mar como
un plato. Atascos en la autopista a la altura de Las Chafiras. En la radio
dicen que el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, tal vez no llegue a La
Palma, ya que esta mañana los alisios arrastran las cenizas aéreas del volcán
alrededor del aeropuerto. ¿Por qué no se viene en el Ferry?
9h Los Cristianos – La
Palma
Embarcamos, siguiendo las más estrictas medidas contra la COVID, junto a periodistas, bomberos, policías y algunos curiosos en cholas.
Vulcanología en cholas,
casi nada.
En los televisores del Ferry
emiten noticias con imágenes en alta definición tomadas con cámaras de
ultimísima tecnología y representaciones gráficas increíblemente precisas con
tertulianos más o menos cualificados debatiendo y haciendo entrevistas
increíblemente exhaustivas a otras tantas opiniones y puntos de vista.
Microhistorias: unos
perros secuestrados, atrapados entre cuatro muros que les separan de la
corriente de lava, alimentados por drones, a diario, con la esperanza de
sobrevivir.
Titulares: “El volcán, de
nuevo en fase explosiva”, “La lava arrasa 654 hectáreas de la isla”, “Todos
pendientes de la calidad del aire”, “Seis años duró el Timanfaya…”
COVID vs volcán de La
Palma: la mutación infinita del apocalipsis.
Bendita biodramina.
12h S/C de La Palma
Zumo de guarapo de caña y
almendrados en la Recova. ¿Existen otros volcanes en erupción, ahora mismo, en
el mundo? Mi ignorancia supina es reconducida hasta internet, donde una
aplicación con datos informatizados en riguroso directo da cuenta del registro exacto
que demando, sobre un mapamundi: hasta una docena de volcanes en erupción, en
estos mismos instantes. En Puebla, en Catania, en el sudeste asiático, sobre
todo… La vehemencia del planeta no se detiene y no se ha detenido jamás
(nuestros algoritmos sí que se han ido modificando) y, en realidad, la fascinación
que nos procura se diluye ante el abismo imposible de que lo dejara de hacer.
13h S/C de La Palma
Detienen el tráfico
peatonal de la calle Real. Una comitiva de enchaquetados entra a paso firme en
la delegación del gobierno, custodiados por una docena de policías muy serios.
Es Pedro Sánchez, el presidente, que finalmente ha podido volar hasta aquí.
“Era el más alto de todos,
¿no lo viste?… ¡era gigante!”, dice una dependienta de una tienda a otra, la de
la tienda contigua.
Pero si esta mañana
estaba en la sesión de control del Parlamento en Madrid, ¿cómo puede estar
ahora en La Palma? Especulamos: jets privados, conciliación familiar, posibles
“dobles”.
17h Chipi–Chipi
“hay tiempo de comer, hay tiempo de comer sin problema…”
18h Paso del túnel
Ascendemos desde Breña
Alta hasta el mar de nubes, llovizna entre el verde espesor, carretera de
curvas, atravesamos el túnel de la Cumbre para acceder a la cara oeste de la
isla.
“Solo residentes”, a la
salida, pero no hay controles.
Una nube monstruosa de cenizas
nos guía hasta nuestro objetivo, a lo lejos, el foco rojo incandescente en la
montaña.
Inhabilitado cualquier
arcén para aparcar, detenemos el coche en un camino empinado entre casas
terreras de Tajuya. El olor azufre y el humo de cenizas lo invade todo,
incluyendo mi libreta.
Lo observamos sin saber
qué decir (ni escribir).
Trípodes de cámaras y focos, periodistas preparando voces y entradillas (“¿Pero esto es Los Llanos o El Paso?, porque igual nos lo preguntan en directo”). La mejor panorámica es esta, al parecer, la de la plaza de la iglesia. Y se amontona la multitud para asistir con un mutis reverencial a esta hipnosis colectiva de fuego y desmesura.
Piroclastos rodando por el cono, petardazos de magma y humo denso en vertical (“ahí dentro tiene que haber de todo”, dice alguien a mi lado). El sobrecogimiento es el flujo que nunca se detiene: su estricta concepción del tiempo y su reminiscencia de las inabarcables magnitudes de la materia y de la Historia son absolutamente ajenas a nuestra intuición más primaria. En esa displicencia suya está el arrobo del misterio.
19h Tazacorte.
Plataneras y más
plataneras que retan al destino universal: la platanera da una sola piña al año, después fallece… pero le sigue su hijito, que yace a su lado. Y el ciclo
continúa. Hasta no se sabe cuándo.
19:30h Muelle de Tazacorte,
atardecer.
La fajana se extiende junto a Todoque y el faro de las Hoyas, negra carbón y refulgiendo brotes de humo blanco a medida que le gana terreno al mar: el abrazo divino del yin y el yang.
Y el volcán a lo suyo,
desde lo alto de la silueta, sin parar de escupir fuego.
“Seis años duró el
Timanfaya…”
21h La noche
Lo poco que somos.
Y la paradójica sensación
de recogimiento que eso nos procura.
Tantoamorynopodernadacontralamuerte.
3:37h Apartamentos Los Rosales
El mayor movimiento sísmico desde que empezara la erupción, dos semanas atrás, y no nos enteramos. Y no recuerdo tampoco mis sueños.
La isla hinchada quince centímetros
por encima del nivel habitual respecto al mar.
Y se abre una nueva boca en
el volcán.
El volcán que sigue sin nombre.