Ni la menor pista con respecto al país -sospecho que su capital o una ciudad puntera- en el cual se procede al relevo de la guardia. Una verdadera incognita. ¿Glasgow o Londres, dado que proliferan los colores rojo y blanco, muy del agrado de los británicos? Todo queda en conjeturas sherlockholmenianas. ¿Quizá Praha, o sea, Praga? Posiblemente. En lo que sí se puede reparar es en la irreverencia, poco o nada castrense, del oficial; en su mano izquierda un teléfono móvil, tal vez un BlackBerry para comunicarse con algún jefe del Estado Mayor. ¿Alguna pista para que aterricen las hipótesis? Esperemos, y enhorabuena por el corto.
Omití involuntariamente un comentario referido a los puntos de vista, y es que no se trata de una óptica, en absoluto lo es; el corto refleja el cambio de guardia o el relevo de uno de los soldados. Posiblemente se nos conceda un detalle, y es el referido al semicírculo -con apertura frontal- que rodea al puesto del centinela; o sea, un ojo metálico que permite la entrada formal del centinela.
Una observación referida a la hora que aparece en el blogspot, y es que deberían situarse dos husos; uno, continental, otro, extrancontinental. Por ahora, nada más.
El que crea, se arriesga, lo cual es un acto de valentía; el que critica sin más, y sitúa innecesarios puntos suspensivos, nada entre los mismos, muy al contrario que el arriesgado, que merece nuestra consideración.
Es una opinión sobre el extraño ritual del cambio de guardia, que bien pensado puede parecer un sinsentido, no del corto en sí, que en mi opinión está muy bien escogido. Los puntos suspensivos intentan dar un poco de entonación a los comentarios, cierto es que son innecesarios.
La Historia es una opinión, salvo que realizada colectivamente, y reflejada, en muchas ocasiones, de manera estrictamente personal, con todo lo que ello supone. Un cambio de guardia no es un extraño ritual, y no lo es por cuanto la costumbre, es decir, es la reiteración de hechos. En lo referido a los puntos suspensivos no pueden dar entonación, he ahí una demostración en lo referido a elementales normas del solfeo; de lo anterior, que son innecesarios puesto que no sólo se reconocen por el anonimato -si es que en realidad lo es-, también por una reconocida sintaxis.
¿Cabría la posibilidad de atrever una propuesta papirogastronómica? Todo es posible, diría un utópico. Porque si decidiéramos un buen plato para combatir la indiferencia, sería idóneo varios capítulos de "La montaña mágica", de la autoría del escritor Thomas Mann, sin olvidar, por supuestísimo, los jugosos diálogos de Septembrini y Naptha; a continuación, la aplastante soledad del teniente Giovanni Drogo, el protagonista de "El desierto de los tártaros", ejercicio de magnífica imaginación aportada por el creador italiano Dino Buzzati, para acompañar críticamente la insulsa realidad del pragmatismo, a la vez que servir como espejo de no pocas personas; no omitir, y es una opinión estrictamente personal, el agregar varias páginas de "La Fiesta del Chivo", exposición narrativa ingeniada por Mario Vargas Llosa, y así poder acercarnos a la paranoia del general Pérez Trujillo, y para poner una nota de color en el caldo que ponga en evidencia la la preocupante idiocia del poder -bastante cercana, por mediocre y mezquina- la anticipación urticante bien sazonada como lo es "Discurso de la servidumbre voluntaria", venida del genio que respondía por Étienne de la Boétie. Convendría cocer a fuego lento, pero sin llamas, lo cual constituiría un envés metafórico que habita "Fahrenheit 451", de Ray Bradbury. Para unos, se puede perfilar una digestión bastante trabajosa; para otros, toda una invitación a subir de peso intelectual. La indiferencia lo es menos cuando es un juego deliberado, puesto que concebirla es prestar atención. Lo mejor, posiblemente, acercarnos a "Nosotros", una de las mayores denuncias acerca del totalitarismo, bien servida por el ingeniero ruso y escritor Yevgeni Zamiatin que tanto influiría en el apetito significativamente austero hallado en "1984", obra de George Orwell. Lo importante del mencionado fuego lento es que permanezca durante toda nuestra vida para así concebir diferente manera de interpretar el inacabable estertor de la cotidianidad.
15 comentarios:
Un punto de vista más interesante para los cambios de guardia....
el cambio de guardia visto por el guardia!
que cambio de guardia es ese chaval?
Qué bien viene de vez en cuando cambiar de punto de vista ;)
Ni la menor pista con respecto al país -sospecho que su capital o una ciudad puntera- en el cual se procede al relevo de la guardia. Una verdadera incognita. ¿Glasgow o Londres, dado que proliferan los colores rojo y blanco, muy del agrado de los británicos? Todo queda en conjeturas sherlockholmenianas. ¿Quizá Praha, o sea, Praga? Posiblemente. En lo que sí se puede reparar es en la irreverencia, poco o nada castrense, del oficial; en su mano izquierda un teléfono móvil, tal vez un BlackBerry para comunicarse con algún jefe del Estado Mayor. ¿Alguna pista para que aterricen las hipótesis? Esperemos, y enhorabuena por el corto.
Omití involuntariamente un comentario referido a los puntos de vista, y es que no se trata de una óptica, en absoluto lo es; el corto refleja el cambio de guardia o el relevo de uno de los soldados. Posiblemente se nos conceda un detalle, y es el referido al semicírculo -con apertura frontal- que rodea al puesto del centinela; o sea, un ojo metálico que permite la entrada formal del centinela.
Una observación referida a la hora que aparece en el blogspot, y es que deberían situarse dos husos; uno, continental, otro, extrancontinental. Por ahora, nada más.
Sí señor, Praga, bien deducido
La bella ciudad por la que anduvo, escribió y se despidió Franz Kafka. Praha, esto es, Praga. Gracias por la aclaración. Un abrazo.
Así con la música parece un ritual un tanto absurdo...jejeje
Como ver un videoclip sin sonido..
El que crea, se arriesga, lo cual es un acto de valentía; el que critica sin más, y sitúa innecesarios puntos suspensivos, nada entre los mismos, muy al contrario que el arriesgado, que merece nuestra consideración.
Es una opinión sobre el extraño ritual del cambio de guardia, que bien pensado puede parecer un sinsentido, no del corto en sí, que en mi opinión está muy bien escogido. Los puntos suspensivos intentan dar un poco de entonación a los comentarios, cierto es que son innecesarios.
La Historia es una opinión, salvo que realizada colectivamente, y reflejada, en muchas ocasiones, de manera estrictamente personal, con todo lo que ello supone. Un cambio de guardia no es un extraño ritual, y no lo es por cuanto la costumbre, es decir, es la reiteración de hechos. En lo referido a los puntos suspensivos no pueden dar entonación, he ahí una demostración en lo referido a elementales normas del solfeo; de lo anterior, que son innecesarios puesto que no sólo se reconocen por el anonimato -si es que en realidad lo es-, también por una reconocida sintaxis.
Supongo que, en esencia, estamos todos de acuerdo.
¿Cabría la posibilidad de atrever una propuesta papirogastronómica? Todo es posible, diría un utópico. Porque si decidiéramos un buen plato para combatir la indiferencia, sería idóneo varios capítulos de "La montaña mágica", de la autoría del escritor Thomas Mann, sin olvidar, por supuestísimo, los jugosos diálogos de Septembrini y Naptha; a continuación, la aplastante soledad del teniente Giovanni Drogo, el protagonista de "El desierto de los tártaros", ejercicio de magnífica imaginación aportada por el creador italiano Dino Buzzati, para acompañar críticamente la insulsa realidad del pragmatismo, a la vez que servir como espejo de no pocas personas; no omitir, y es una opinión estrictamente personal, el agregar varias páginas de "La Fiesta del Chivo", exposición narrativa ingeniada por Mario Vargas Llosa, y así poder acercarnos a la paranoia del general Pérez Trujillo, y para poner una nota de color en el caldo que ponga en evidencia la la preocupante idiocia del poder -bastante cercana, por mediocre y mezquina- la anticipación urticante bien sazonada como lo es "Discurso de la servidumbre voluntaria", venida del genio que respondía por Étienne de la Boétie. Convendría cocer a fuego lento, pero sin llamas, lo cual constituiría un envés metafórico que habita "Fahrenheit 451", de Ray Bradbury. Para unos, se puede perfilar una digestión bastante trabajosa; para otros, toda una invitación a subir de peso intelectual. La indiferencia lo es menos cuando es un juego deliberado, puesto que concebirla es prestar atención. Lo mejor, posiblemente, acercarnos a "Nosotros", una de las mayores denuncias acerca del totalitarismo, bien servida por el ingeniero ruso y escritor Yevgeni Zamiatin que tanto influiría en el apetito significativamente austero hallado en "1984", obra de George Orwell. Lo importante del mencionado fuego lento es que permanezca durante toda nuestra vida para así concebir diferente manera de interpretar el inacabable estertor de la cotidianidad.
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